Es la primera poeta que gana el galardón desde la polaca Wislawa Szymborska en 1996. La Academia Sueca se aleja de las polémicas de ediciones anteriores con la elección de la estadounidense, una autora ampliamente reconocida
“Por su inconfundible voz poética, que, con una belleza austera, convierte en universal la existencia individual”. Con estas razones, -y ante una audiencia de periodistas debidamente separados y protegidos con mascarillas-, la Academia Sueca ha concedido hoy jueves el Premio Nobel de Literatura a la poeta neoyorquina Louise Glück, de 77 años.
Es, junto a Olga Tokarczuk, Svetlana Alexiévich y Alice Munro, la cuarta mujer en una década en recibir el galardón (y la decimosexta de la historia del premio). También es, -con Bob Dylan, Kazuo Ishiguro y la citada Munro,- la cuarta premiada en esta década que escribe en inglés.
Los argumentos de los jurados suelen manejar frases de repertorio sobre la tradición y la vanguardia, lo global y lo local, pero esta vez el Comité Nobel ha dado en el clavo. La austeridad y la autobiografía son los rasgos fundamentales de una autora que ha publicado 12 libros de poemas, la mitad de los cuales han sido publicados en España por la editorial Pre-Textos y traducidos al castellano por poetas como Eduardo Chirinos, Mirta Rosenberg, Abraham Gragera, Andrés Catalán o Mariano Peyrou.
En unas declaraciones recogidas en la web del Nobel, la escritora recordaba su impresión al recibir la noticia: “Lo primero que pensé fue: ‘Me voy a quedar sin amigos’. Porque muchos son escritores”, bromeó. Luego añadió que era un gran honor, aunque hay otros premiados a los que no admira. Más tarde pensó en los que sí y, finalmente, concluyó que podrá pagar la casa que quiere comprarse en Vermont. Pero, sobre todo, dijo, le preocupa preservar su vida y su rutina con la gente a la que quiere.
Cuando el entrevistador le ha pedido que comente la relación en su obra entre experiencia vital y escritura, la autora se ha excusado con un “ese un tema demasiado grande y aquí es muy temprano por la mañana, apenas son las siete”.
Profesora en la Universidad de Yale y Poeta Laureada de los Estados Unidos en 2003, Louise Glück atesora todos los premios posibles en su país: del Pulitzer por El iris salvaje (1992) al National Book Award por Faithful and Virtuous Night (2014).
En febrero pasado, además, ya fue galardonada en Estocolmo con el Premio Tranströmer, promovido en memoria del último Nobel sueco, fallecido en 2015.
“Me he convertido en una anciana. / He acogido con agrado la oscuridad / que tanto temía”, dicen unos versos de Vita Nova (1999). La vejez está siendo benévola con Glück, algo que no puede decirse de su juventud, marcada por el enfrentamiento con su madre, desgarro que dio lugar a algunos de sus poemas más emocionantes y lúcidos.
Nieta de judíos húngaros emigrados a Estados Unidos, la nueva Nobel se crio en una casa de Long Island en la que aprendía mitología griega y leía episodios de la Biblia (su hijo se llama Noé) mientras fabricaba a mano los libros que ella misma escribía e ilustraba. “Siempre supe que quería escribir”, declaró en una entrevista en 2012, el año en que se publicó su poesía reunida. “Hubo un momento en que quise ser actriz. Luego me di cuenta de que, en el fondo, lo que quería es que me aplaudieran. Tenía buena memoria, pero carecía del don de actuar. Era una actriz de madera”.
Para Glück la escritura es una “venganza contra las circunstancias”. En sus primeros años, concretamente contra el acoso escolar y el asfixiante dominio materno. Sin embargo, antes que la escritura, su venganza tuvo una forma menos amable: la anorexia. “Necesitaba quitarme a mi madre de encima”, afirmaba en la misma entrevista. “También sentir que mi cuerpo era distinto al de los demás. Durante un tiempo me pareció una estrategia maravillosa: me convertiría en un alma pura, liberada de las limitaciones de la carne. El problema es que te mueres, y yo no tenía impulsos autodestructivos. Estaba intentando crear mi propio yo”.
Si el mundo grecolatino la ayudó a encontrar imágenes universales para sus sentimientos, el psicoanálisis le enseñó a pensar y a encontrar el yo que tanto necesitaba.
El trauma, el desencanto, el desamor y la desilusión son los grandes motores de una obra sencilla y clara que no prescinde del sentido del humor. “Me convertí en una criminal al enamorarme. / Antes de eso era camarera”, escribe en Sirena. “No quería irme a Chicago contigo. / Quería casarme contigo, quería / que tu mujer sufriera. / Quería que su vida fuera como una obra de teatro / en la que todas las escenas son tristes. / ¿Piensa así / una buena persona?”.
A pesar de que sus versos tienen en muchas ocasiones un hilo narrativo, Louise Glück, que también ha cultivado el ensayo, nunca ha querido escribir ficción. “Cuando quiero ser feliz leo una novela”, suele decir consciente del fondo oscuro que atribuye, por luminosa que resulte, a la poesía. “Leer ficción es como cocinar: lo hago por placer”.
La comparación entre la ficción y la cocina no es casual. Después de abandonar la Universidad de Columbia sin licenciarse, trabajar como secretaria, publicar su primer libro, –Firstborn (1968), -y divorciarse, la escritora comenzó a dar clases en el Goodard College de Vermont. Así conoció a su segundo marido, del que también terminaría separándose pero con el que fundaría el New England Culinary Institute, un centro para la formación de cocineros.
Fue en 1980, la década en la que Glück daría con la inconfundible voz que le ha valido el galardón más prestigioso de las letras universales.
En 1985 ganó el premio de la Crítica con El triunfo de Aquiles y cinco años más tarde publicó Ararat, muy celebrado a posteriori pero cuya recepción la autora recuerda con una frase rotunda: ni una sola reseña. En 1992 se llevó el Pulitzer con El iris salvaje, 1996 sería el año Praderas, -que tiene algo de Odisea homérica de andar por casa,- y en 1999 cerró dos décadas prodigiosas con Vita Nova.
En medio recopiló sus ensayos en un volumen llamado Pruebas y teorías que parte de una confesión: la experiencia fundamental de alguien que escribe es “la impotencia”.
Pese a todo, la recién galardonada recuerda la composición de esos poemarios de los años noventa como momentos de efervescencia: ninguno le llevó más de mes y medio. Los demás fueron otra cosa. Los atentados del 11-S dieron lugar a un libro de un solo poema, –October (2004)-, al que siguió, en 2006, Averno, en el que vuelve a aparecer otro mito clásico: Perséfone, la reina de los muertos. Una vida de pueblo (2009), -publicado en castellano por Pre-Textos en mayo pasado-, y Faithful and Virtuous Night (2014) cierran por ahora una obra escrita, como dice su autora, contra el dolor y contra la pérdida: “Si consigues hacer algo con ellos, nunca volverán a vencerte”.
En el primer verso de su libro más famoso, El iris salvaje, lo dice así: “Al final del sufrimiento / me esperaba una puerta. / Escúchame: a eso que tú llamas muerte / yo lo recuerdo”. Hoy, también al final, le esperaba la puerta del premio Nobel.
Fuente: https://elpais.com/cultura
Por Javier Rodríguez Marcos
Louise Glück, quien acaba de recibir el Premio Nobel de Literatura 2020, es autora de más de una decena de poemarios con los que ha levantado una sólida trayectoria poética que ha sido ampliamente reconocida por la crítica.
En CÓDIGONEWS, repasamos a continuación algunos de sus poemas, que para ella “no perduran como objetos, sino como presencias”. “Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado”, escribió la autora en “Proofs and Theories”.
Leamos, leamos…
*En 1993 Louise Glück ganó el premio Pulitzer de poesía con “El Iris Salvaje”. Ahí publicó el siguiente poema, titulado “El jardín”, que recrea una escena terriblemente triste, sobre todo vista desde la distancia, desde la edad adulta en la que se comprenden ciertas grietas de la vida.
1. El jardín
No puedo hacerlo nuevamente,
difícilmente soportaría verlo;
bajo la tenue lluvia del jardín
la joven pareja siembra
un surco de guisantes, como si
nadie lo hubiese hecho nunca:
los grandes problemas todavía
no han sido enfrentados ni resueltos.
Ellos no pueden verse
en el polvo fresco aún, empezar
sin ninguna perspectiva,
con las colinas al fondo, verdes y pálidas, nubladas de flores.
//.
Ella desea detenerse;
él desea llegar hasta el fin,
permanecer en las cosas.
Mírala a ella tocar su mejilla,
pedirle una tregua, los dedos
ateridos por la lluvia primaveral;
en el pasto tierno estrellan rojos azafranes.
Aun aquí, aun en los comienzos del amor,
su mano al abandonar la cara
da una impresión de despedida,
//.
y ellos se creen
capaces de ignorar
esta tristeza.
*En 1999, la escritora publicó “Vita Nova”, con el que recibió el primer premio otorgado por los lectores del “New Yorker”, además del premio Bollingen. Ahí encontramos:
2. «El vestido»
Se me secó el alma.
como un alma arrojada al fuego,
pero no del todo,
no hasta la aniquilación.
Sedienta, siguió adelante.
Crispada, no por la soledad sino por la desconfianza,
el resultado de la violencia.
//.
El espíritu, invitado a abandonar el cuerpo,
a quedar expuesto un momento,
temblando, como antes
de tu entrega a lo divino;
el espíritu fue seducido, debido a su soledad,
por la promesa de la gracia.
¿Cómo vas a volver a confiar
en el amor de otro ser?
//.
Mi alma se marchitó y se encogió.
El cuerpo se convirtió en un vestido demasiado
grande
para ella.
Y cuando recuperé la esperanza,
era una esperanza completamente distinta.
3. “Amante de las flores”
En “Ararat” nos encontramos el poema “Amante de las flores”.
Flores, en fin, que son belleza y muerte, pero sobre todo fragilidad.
Intemperie otra vez.
En nuestra familia, todos aman las flores.
Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas:
sin flores, sólo herméticas fincas de hierba
con placas de granito en el centro:
las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras
llena de mugre algunas veces…
Para limpiarlas, hay que usar el pañuelo.
//.
Pero en mi hermana, la cosa es distinta:
una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre
a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de ladrillo.
Cada primavera, espera las flores.
Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende
que es mi madre quien paga; después de todo,
es su jardín y cada flor
es para mi padre. Ambas ven
la casa como su auténtica tumba.
//.
No todo prospera en Long Island.
El verano es, a veces, muy caluroso,
y a veces, un aguacero echa por tierra las flores.
Así murieron las amapolas, en un día tan sólo,
eran tan frágiles…
CÓMO SE ELIGE EL NOBEL DE LITERATURA
La Academia Sueca se ocupa de la selección de los candidatos al Nobel de Literatura y cuenta con 18 miembros. El comité del Nobel de Literatura es el órgano que evalúa las nominaciones y hace sus recomendaciones a la Academia, y lo integran cuatro o cinco miembros. En este comité, presidido por el profesor Anders Olsson, están los escritores Per Wästberg y Jesper Svenbro, y se han sumado tres especialistas externos Mikaela Blomqvist, Rebecka Kärde y Henrik Petersen. El plazo para presentar las nominaciones, que pueden hacer otros premiados, otras academias y profesores, se abre en septiembre y termina el 31 de enero. En abril quedan 15-20 candidatos y en mayo la lista es solo de cinco, seleccionados por el comité. Junio, julio y agosto se emplea en leer la obra de esos finalistas y en septiembre los miembros de la Academia deliberan y discuten. En octubre se anuncia y en diciembre se entrega.
Fuente: https://www.abc.es/cultura