Las vacunas cumplen con estrictos controles de seguridad. Sus efectos secundarios son leves en el 99,99% de los casos y no son, en absoluto, peligrosas. Una vacuna es un fármaco que nos otorga inmunidad frente a una enfermedad.
“Son peligrosas”, “provocan autismo”, “si salen demasiado rápido, es que no son seguras”, “nos quieren implantar chips con ellas”, “los efectos secundarios pueden matarte”… Estas y muchas otras afirmaciones sin ninguna prueba científica pueden escucharse en muchos bares, que, como todos sabemos, son el centro de reunión de los más reputados epidemiólogos y expertos en salud pública del mundo. Hay varias películas de pandemia y serie de médicos.
Con las vacunas, lo que buscamos es saltarnos esta primera fase de infección. Es decir, le damos a nuestro cuerpo inmunidad frente a un patógeno contra el que, en realidad, nunca se ha topado. Estamos logrando inmunidad sin haber tenido que haber sido infectados una primera vez.
¿De qué están hechas las vacunas? ¿Sus componentes son seguros?
Los antivacunas dicen que son peligrosas porque contienen químicos. Bueno, el ibuprofeno también contiene químicos. Hasta las galletas que desayunas contienen químicos. Es más, en tu sangre hay miles de compuestos químicos. Así que…
Pero bueno, la cosa es que para demostrar que las vacunas no son peligrosas, es importante analizar qué contienen. Y es que a pesar de que puedan parecer pociones mágicas con miles de productos extraños y exóticos, nada más lejos de la realidad. Cualquier vacuna que se comercialice, está formada por estos seis componentes:
- Antígeno: El principio activo de la vacuna. Aquello que induce la producción de anticuerpos por parte de nuestro sistema inmune y que procede del patógeno real, pero con una capacidad infectiva nula. Cada vacuna procesa el antígeno de una forma concreta. Pueden ser bacterias fraccionadas (solo contienen la proteína de membrana antigénica), virus “vivos” atenuados (contiene el virus entero, pero sin los genes que le hacen ser dañino), virus fraccionados (solo contienen proteínas de la cápside vírica) o virus “muertos” (contiene el virus entero pero totalmente inactivo).
- Líquido de suspensión: Simplemente agua o una solución salina que hace que la vacuna sea líquida y, por lo tanto, inyectable.
- Conservantes: Que no salten las alarmas. Los alimentos también tienen conservantes y comemos pizzas sin demasiada preocupación. En las vacunas, suelen ser el fenol o el 2-fenoxietanol, que aumentan el tiempo de validez de la vacuna. Son perfectamente bioasimilables y, de hecho, evitan que la vacuna caduque.
- Adyuvantes: El fosfato de aluminio y el hidróxido de aluminio (de nuevo, que no salten las alarmas, pues son bioasimilables) están presentes en las vacunas y lo que hacen es algo tan natural como estimular la respuesta inmune, es decir, activar a los linfocitos.
- Estabilizadores: Son sustancias gelatinosas que evitan que la vacuna pierda su efectividad ante cambios de presión, temperatura, humedad, luz… Como su nombre dicen, la estabilizan. Ni qué decir tiene que, de nuevo, son bioasimilables.
- Antibióticos: Las vacunas contienen pequeñas cantidades de antibióticos (generalmente neomicina) para prevenir que en el líquido crezcan bacterias. Sí, pueden ser responsables de reacciones alérgicas (solo si eres alérgico al antibiótico en cuestión), pero créeme que es mucho peor sufrir una infección bacteriana en la sangre.
Después de analizar los ingredientes de una vacuna, ¿has encontrado algo raro? ¿Algo mortal? ¿Plutonio? ¿Mercurio? ¿Amoníaco? ¿La sangre de Satanás? No, ¿verdad? Todos los componentes de las vacunas son perfectamente seguros para el ser humano.
Las vacunas son perfectamente seguras
Cuando una vacuna sale al mercado es porque ha pasado por unos controles de calidad y seguridad increíblemente exhaustivos.
Como vemos, las vacunas no son inventos de las farmacéuticas que las sacan al mercado como quien comercializa una bolsa de patatas fritas. Las vacunas son una cuestión de salud pública, por lo que todo el proceso de producción, ensayos clínicos y comercialización está controlado muy de cerca por las autoridades sanitarias competentes. Y en cuanto sale al mercado, se sigue haciendo un seguimiento.
Y claro que hay efectos secundarios. Pero es que cualquier medicamento los tiene. En el 99,99% de los casos son leves y se deben no al daño que nos está haciendo la vacuna, sino a la respuesta del sistema inmunitario mientras sintetiza los anticuerpos que, por cierto, nos pueden salvar la vida más adelante.
Cuando aparecen efectos secundarios, el 99,99% de las veces son unas pocas décimas de fiebre, inflamación en el lugar de la inyección, dolor de cabeza y un ligero malestar general que dura unas pocas horas.
¿Y el 0,01% restante? Bueno, es cierto que pueden haber efectos secundarios graves, pero eso tampoco significa que vayan a matarnos. Las vacunas no matan ni, como inexplicablemente se ha llegado a decir, provocan autismo.
Cualquier medicamento tiene riesgo de provocar efectos secundarios graves. El problema es que las vacunas están en el punto de mira. Y es que sin ir más lejos, el ibuprofeno, en el 0,01% de los casos provoca insuficiencia hepática, una situación potencialmente mortal. ¿Y hacemos campaña contra él? No. Pues con las vacunas, tampoco deberíamos.
Las vacunas no solo son perfectamente seguras (dentro de los inevitables riesgos que tiene la administración de absolutamente cualquier medicamento), sino que son absolutamente necesarias. Sin ellas, la humanidad está a merced de los microorganismos. Frases de médicos como por ejemplo: sin vacunas no hay salud son muy populares.
En el caso que estemos en una zona apartada, tenemos la medicina rural, podemos consultar con el médico del pueblo, se trata de médicos generalistas, o de medicina familiar y comunitaria los que forman parte de este colectivo.
También médicos que tengan el examen Mir 2022
Qué es el MIR y cuál es el organismo responsable
El MIR es el examen que da validez para ejercer como Médico Interno Residente. Se exige a médicos, españoles o extranjeros, que desean acceder a una plaza de este tipo. Los exámenes MIR se convocan de manera anual entre enero y febrero, habitualmente.
El organismo responsable es el Ministerio de Sanidad, aunque como sabemos, las transferencias en esta materia están transferidas a las comunidades autónomas. Una vez aprobado el MIR se obtiene el título de Médico Especialista, que es el que permite ejercer la medicina en alguna de las áreas del Sistema Nacional de Salud.